Sabemos que el sistema inmune es un mecanismo de defensa para protegernos de las agresiones del interior (llamada endógena) de nuestro organismo, y del exterior (llamada exógena). Es así, que podemos definir como funciones principales del sistema inmune: la defensa contra microorganismos del exterior y la vigilancia inmunológica del interior del organismo (llamada inmunovigilancia).¹

El sistema inmune funciona como mediador ante numerosas enfermedades, por lo tanto, es importante conocer su estructura y cómo funciona.

Se clasifica en sistema inmune innato y adaptativo.

Es el sistema inmune más antiguo, ya que desde antes de nacer, el organismo ya está provisto de este sistema, el cual es la primera línea de defensa del huésped. Actúa inmediatamente ante cualquier agresión de un componente ajeno (llamado antígeno) y brinda una respuesta amplia contra los microorganismos, es decir, no los discrimina y los ataca por igual.

Los elementos más importantes de este sistema inmune innato son aquellos que constituyen una barrera física, química y biológica, como por ejemplo: la piel y las mucosas (en boca, genitales y estómago) con todas sus células; que por su naturaleza son la entrada para los microorganismos.

El sistema inmune adaptativo depende del tipo de antígeno. Es específico: (cada microorganismo provoca una respuesta individual), y casi siempre tiene memoria inmunológica, es decir, cada vez que haya contacto con un componente extraño para el organismo, éste será registrado y recordado en encuentros posteriores para así poder eliminarlos de manera más eficiente. Si el microorganismo llega a sobrevivir a todos los mecanismos del sistema inmune innato, la respuesta inmune adaptativa se pondrá en marcha a través del reconocimiento de los diferentes antígenos.